A los 21 años y todavía no sé cómo, me convertí en empresaria. Si, has leído bien, en empresaria. Obtuve mucho reconocimiento personal en mi sector acompañado de muy buenos resultados económicos. Trabajaba para obtener resultados y no podía ser de otra manera.
Posteriormente, tras mi primera crisis personal, que por supuesto no escuché, fundé una nueva empresa. Esta vez empecé a orientarme a las personas, pero sin atisbos de cambio emocional profundo.
La vida, que en cada momento me ha dado aquello que necesitaba esta vez hizo que, tras una gran y profunda crisis personal, la escuchara. Me inicié en Inteligencia Emocional. Para mí fue mi primer gran descubrimiento, ¡las emociones tenían nombre y servían para algo! Empezaba a no ser un “bicho raro”.
Realicé mi primera formación en Coaching, que no resonó en mí. Era el camino para buscar más, lo hice, y me volví a formar, esta vez convirtiéndome en Coach Certificada CPCC. Me reinicié como persona, abandoné culpas de madre ausente, mujer sobre-ocupada y ser humano enfadado y herido.
Y entonces apareció el Eneagrama en mi vida.